Cuánto representa el consumo del alumbrado público y cuáles son las claves para reducirlo

El objetivo de ser más eficientes en términos energéticos llama a renovar tecnología y rever hábitos. La iluminación de la vía pública, un sector al que también atraviesa la transición a prácticas más limpias.

 

El 4,5% de la energía eléctrica consumida en la Argentina corresponde a la iluminación de la vía pública. Cifra que resuena y que presenta el desafío de buscar una mayor eficiencia energética, mantra bajo el cual el sector entiende que hay que trabajar si la ambición es reducir el impacto de nuestro discurrir cotidiano en el ambiente.

Comenzar por lo que está más al alcance de la mano y no requiere de inversiones multimillonarias debería ser el primer paso según indican los especialistas. Al día de hoy, la tecnología de luminaria LED no es novedad, sin embargo, su aplicación en el vasto territorio de nuestro país aún muestra un déficit.

Si bien no existe un registro certero que precise el alcance del parque lumínico, en la industria sostienen que el alumbrado público nacional abarca alrededor de cinco millones de luminarias, de las cuales se han cambiado alrededor de un millón con tecnología de vapor de sodio de alta presión, cuya potencia media es de 200 watts. También hay potencias de 50, 100 y, 150 y más de 200 watts con tecnología LED, mientras que las de vapor de sodio de alta presión tienen un rango de consumo que va de los 100, 150, 250 a los 400 W y, en algunos casos, de 600 W.

“El principal desafío que se debe encarar en materia de alumbrado público es considerar la evolución tecnológica que estamos viviendo. Cambios que históricamente se presentaban cada veinte o treinta años, ahora, con el cambio de fuentes, se presentan dos o tres veces al año.  Luego, y hablando de ciencia de la visión que no ha cambiado, se está agregando el efecto biológico de la luz en el ser humano además de cuidar el planeta de la polución lumínica”, sostiene Sergio Mainieri, tesorero de la Asociación Argentina de Luminotecnia (AADL).

Para Mainieri, la competencia actual se encuadra en la eficiencia energética, aunque aclara que esa es la “primera batalla”, como una suerte de carrera de objetivos, el siguiente es “la batalla del confort visual como segundo impacto” y, luego, la de “la economía circular para reducir los residuos no reciclables y aumentar la vida útil de los elementos”.

En 2017, se presentó un proyecto de iluminación pública en el marco del Plan de Luminarias y Ahorro Energético (PLAE), el sucesor del Programa Nacional de Uso Racional y Eficiente de la Energía (PRONUREE), para cambiar las luminarias de vapor de sodio de alta presión por las de LED.

“Si se cambiaran cuatro millones de artefactos, se produciría un ahorro de 600 MW, que es lo que produce la central Costanera”, indican desde CADIEEL sobre las bondades de este plan que, de aplicarse, permitiría crear cuatro mil puestos de trabajo directo y doce mil indirectos, según previsiones de la industria.

José Tamborenea, presidente de CADIEEL, cámara que agrupa a los fabricantes de artefactos lumínicos, asegura que el avance en la tecnología incrementó la eficacia lumínica y explica que cuando se inició el Plan Alumbrado Eficiente (PLAE) a nivel nacional, la eficiencia promedio estaba en 105 lumen por watt, relación que “ahora está en 120 y se habla de la posibilidad de pasar a 140”.

También explica que las luminarias LED comenzaron, entre 2012 y 2015, “con una temperatura de 6000 grados Kelvin y fueron bajando hasta los 4.500 K y 4000 K. Según entiende, esto constituye un “mayor confort visual para las necesidades del alumbrado público sin tanto blanco por lo cual se evitan los deslumbramientos y las cámaras de seguridad trabajan mejor.” Además, adelanta que “ya hay luminarias que deformaron su emisión de luz a tonos verdes por degradación”.

La temperatura de color refiere al espectro de distintas tonalidades que una luz puede tener. De acuerdo a ese indicador, la luz ofrece tonos más amarillos, más blancos o más azulados. La tecnología LED, además de por el ahorro energético, se caracteriza por ofrecer una luminosidad nítida, homogénea, sin parpadeos y una menor emisión de calor.

El estado del recambio

En términos generales, el recambio de luminarias se da, primero, sobre las avenidas donde hay una mayor circulación, para luego alcanzar arterias secundarias y terciarias.

Los equipos tradicionales hoy se están cambiando por equipos que reducen en un 50% su consumo energético. Al margen, está el reemplazo de luminarias que se da en barrios privados, el sector de industria y comercio, donde, según su uso, se pueden lograr ahorros aún mayores.

La potencia lumínica es un problema que excede lo técnico y se torna en una cuestión cultura, considera Mainieri: “El ser humano tiende al consumismo por lo que el usuario común requiere de mayor iluminación sin observar cual es la necesaria o la más adecuada”. Señala que es necesario que “la tarea del iluminador, proyectista y profesionales de la cadena de iluminación sea cada vez más reconocida y valorada”.

A su vez, el exceso de iluminación también está en la agenda de Tamborenea, quien adelanta que está en proceso de discusión una norma IRAM para “adecuar algunos flujos a la baja por la sobreiluminación que se da en Argentina a raíz de la inseguridad y la necesidad de las cámaras OCR de patentes y reconocimiento facial de tener la luz necesaria para que el obturador pueda fotografiar”.

Se estima que el número de luminarias de alumbrado público crece a un ritmo que va del 4% al 4,5% anual. Valor que se vincula en forma directa “al crecimiento de los barrios, o a políticas de puesta en valor, que se suma a servicios como gas, agua, asfalto”, sostiene. Según los datos oficiales, desde su puesta en marcha en 2017 y hasta fines de 2018, el PLAE realizó una inversión de cerca de 500 millones de pesos.

Telegestión

Esta tecnología también permite controlar todas las luminarias desde un tablero de control centralizado, una plataforma que permite bajar la intensidad de la luz en los horarios de menor necesidad, detectar las luminarias con fallas, monitorear cada punto de luz de la red de manera individual, así como también programar eventuales reemplazos o futuras tareas de mantenimiento.

En ciudades como Buenos Aires y Rosario se trabaja en la telegestión del alumbrado, de modo de tener un mayor control. La fotocélula inteligente tiene un alto valor y puede equiparar al de una luminaria pequeña de 50 o 100 watts. Requiere de soporte, alojar software de control y gestión y mantener los puntos inteligentes que se conectan entre sí. Todo eso implica recursos que hacen que se dé una dinámica en la que se opte, en una primera instancia, por el cambio de tecnología y, luego, por el agregado de la telegestión.

Control de la tecnología

La implementación del LED puso en marcha no sólo un paquete de soluciones sino también nuevos desafíos y con ellos la necesidad de garantizar estándares mínimos de calidad y mantenimiento.

“Lo económico y la tendencia histórica en nuestro usuario medio, que sin conocimiento busca un producto cada vez más barato en desmedro de la calidad y de las prestaciones que ofrece, hace que la diferencia comparativa contra otras ofertas sea muy grande y se termina despreciando el producto nacional”, explica Mainieri. Sin embargo, remarca que la industria de la iluminación en nuestro país “está muy desarrollada y cuenta con una oferta muy variada que cumple con todas las premisas de última generación comparables con todo el mundo”.

De cualquier modo, cumplir con las especificaciones técnicas requiere una gran inversión en ensayos y certificaciones que deben evaluar la endurancia. elastómeros, nieblas salinas, desprendimiento de pintura, parte roscadas, estanqueidad, vibraciones, cargas mecánicas, granizo, ciclado térmico, ciclado de encendido y estrés térmico.

A esto se suma un ensayo por cada modelo de curva fotométrica, temperatura color, eficiencia energética, distribución luminosa y decaimiento de flujo luminoso de 6000 horas para conocer la vida útil de toda la luminaria y no solo del LED.

Por otra parte, Tamborenea, también titular de la empresa Trivialtech, remarca que el aporte en términos ambientales también se puede hacer desde la reutilización de parte: “Cuando se extingue la vida útil de la luminaria, que no es otra cosa que la vida útil del motor luminoso compuesto por la placa, los LED, y, eventualmente, sus lentes, recuperamos la carcasa, le ponemos una placa nueva con los LED nuevos y, eventualmente, los lentes, y tenés un producto nuevo con materiales reutilizados con tres años de garantía”.

El escenario local

Sergio Mainieri explica que, en lo referente a la evolución tecnológica, “todas las empresas están luchando por una rápida adaptación de sus tecnologías y, sobre todo, en lo que tiene que ver con la información a usuarios, para que comprendan lo nuevo y que no siempre la propuesta más barata es la más económica”.

A esto suma que, “si bien toda la gestión se realiza con mucho esfuerzo, nuestro país es reconocido a nivel internacional por la alta cultura de la iluminación, que data de muchos años. Las discusiones que hoy se desarrollan están orientadas a la calidad y efecto de las fuentes en el ser humano y el medio ambiente”.

Al respecto, el Ministerio de Desarrollo Productivo, en conjunto con el INTI y a través del Programa de Desarrollo Productivo, realizó una auditoría de fabricantes nacionales tras la cual certificó que, en calidad y cantidad, la industria nacional está en condiciones de abastecer a todo el mercado local y generar saldos exportables con alta integración de componentes fabricados en el país.

El escenario actual da muestras de que los fabricantes locales compiten contra las marcas líderes del mercado internacional y, a partir del PLAE, cuentan con la posibilidad de generar escala productiva para lograr la masa crítica necesaria para exportar esta tecnología.

Por: Gerardo Cadierno

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