El electrocardiograma del sector metalúrgico es un reflejo de la volatilidad que atravesó la economía argentina en general e industrial en particular. En los últimos 27 años, en casi la mitad de los años hubo una contracción de la actividad metalúrgica. Esto significa que si una empresa en 2021 festejó sus 27 años de vida, en casi la mitad el promedio de la actividad metalúrgica se contrajo. Más complejo sería el escenario si la empresa tiene 10 años de vida, porque en ese caso, en 7 de esos años la actividad metalúrgica se redujo.
“Industria de las Industrias” es la expresión que se utiliza en la academia para referirse a la actividad metalúrgica. Se utiliza esta frase porque el sector metalúrgico está inserto en múltiples cadenas de valor y cuesta pensar en una empresa industrial que no tenga un componente metalúrgico: desde las máquinas que se utilizan en la industria alimenticia para procesar la comida, las matrices para fabricar las piezas que se emplean en la industria automotriz, la maquinaria para destilar el petróleo de los sedimentos que se extraen de Vaca Muerta, o los clavos para hacer los pallets. Estos son sólo algunos de los tantos ejemplos.
¿Qué pasó con la producción metalúrgica desde fines del siglo pasado?
El electrocardiograma del sector metalúrgico es un reflejo de la volatilidad que atravesó la economía argentina en general e industrial en particular. En los últimos 27 años, en casi la mitad de los años hubo una contracción de la actividad metalúrgica. Esto significa que si una empresa en 2021 festejó sus 27 años de vida, en casi la mitad el promedio de la actividad metalúrgica se contrajo. Más complejo sería el escenario si la empresa tiene 10 años de vida, porque en ese caso, en 7 de esos años la actividad metalúrgica se redujo.
Esta situación refleja la capacidad que tienen las más de 20 mil empresas metalúrgicas que atravesaron un blend de años que iban del “tasas chinas” de crecimiento, combinado con inflación de dos dígitos, bruscos saltos del tipo de cambio, brechas cambiarias, y tasas de interés que llegaron a estar por encima del 80%. Las fábricas metalúrgicas, en promedio, fabrican un 19,3% menos de lo que producían a finales de 2015. El único sector metalúrgico que hoy tiene mayores niveles de producción que hace seis años es el de maquinaria agrícola (+49%). El siguiente rubro con “mejor” desempeño es el de acoplados y semirremolques (también muy vinculado a la cadena de valor agroindustrial) con una contracción del 4,7%. El resto de los sectores se contrajeron más que el promedio metalúrgico: autopartes 17%, equipamiento médico 25%, fundición 33% y bienes de capital 40%, entre otros.
“Cómo puedo empezar de nuevo cargando todo el ayer”, decía palabras más-palabras menos, el cantante Leonard Cohen.
Este es el desafío de una industria metalúrgica argentina que día a día se va convirtiendo en una industria de manufactura avanzada, y que cuenta con activos para dar el debate sobre cuál es el rol de la industria y de la metalúrgica en el país. Si tuviéramos la capacidad de realizar una resonancia al sector metalúrgico nos encontraríamos con más de 20 mil PyMEs metalúrgicas con realidades muy disímiles. Un pequeño, pero creciente universo que dialoga con el mundo 4.0, como son empresas de maquinaria agrícola con tecnología de punta desarrollada localmente que logran que sus productos atraviesen las fronteras, compañías que diseñan exhibidoras para alimentos que permiten que al comprar un licor podamos saber de dónde viene, en qué circunstancia es preferible tomarlo y qué tragos se pueden preparar, empresas que fabrican grifería que ganan premios de diseño en las ciudades más modernas del mundo, o que desarrollaron un sistema de secado de granos reconocido a nivel internacional. Después, el electrocardiograma nos mostraría un universo mayoritario de empresas que logran sobrevivir a los avatares diarios pero que crecientemente se debaten cómo mejorar la productividad, desarrollar nuevos productos para competir en un mundo cada vez más competitivo donde las fronteras entre los sectores se achican, y donde también aumenta la competencia desleal. En este escenario, uno de los desafíos centrales de la industria metalúrgica pasa por cómo lograr potenciar las exportaciones. Hace una década las ventas al exterior del sector superan los 7.000 millones de dólares, según el relevamiento realizado por la Asociación de Industriales Metalúrgicos de la República Argentina (ADIMRA), y en 2020 estuvo por debajo de los 3.500 millones con 1.243 empresas colocando sus productos al exterior.
¿Cómo hacer para impulsar las ventas al exterior?
Sebastián Vergara de la CEPAL planteó en un artículo publicado en abril de 2020 que los países en desarrollo que tienen más capacidades productivas y tecnológicas tienen más empresas exportadoras, los exportadores de esos países son más grandes, están más diversificados y el precio unitario por sus productos es mayor. Con lo cual, la articulación público-privado es indispensable para acompañar a las empresas en este recorrido. “La política industrial está de regreso” fue una de las frases más escuchadas desde 2020 en las actividades virtuales académicas, pero que cada vez se traduce en iniciativas concretas. El Senado de Estados Unidos votó a favor de un proyecto por 52 mil millones de dólares para promover la fabricación de semiconductores. Este programa equivale al 95% de las exportaciones argentinas al resto del mundo. Del mismo modo que Corea del Sur aprobó un programa de 65 mil millones de dólares. Estas iniciativas apuntan no sólo a promover la innovación en el país, sino también estimular la creación de puestos de trabajo de calidad, generar propiedad intelectual en el país y garantizarse el abastecimiento en insumos críticos.
La experiencia internacional nos sigue demostrando que los Estados cumplen un rol central para garantizar el acceso y la difusión de las nuevas tecnologías, definir estándares y marcos normativos que estimulen el surgimiento de nuevos actores y mercados. En este contexto, se observa una tendencia en los países de mayor desarrollo relativo la búsqueda de estrategias para promover la modernización de la política sectorial vinculadas a las nuevas capacidades que brinda las tecnologías de transformación digital o también llamada 4.0. ¿Por qué lo hacen? Porque existe una gran diferencia entre fabricar fronteras adentro maquinarias y equipos de manera competitiva e importarla. La excesiva incorporación de estos bienes mediante la importación define un perfil de inserción internacional con escaso valor agregado, bajos niveles de ingresos y de calificación de mano de obra. Un círculo vicioso termina afectando la trayectoria a largo plazo de expansión económica.
Nos encontramos en un momento muy particular donde el mundo en su conjunto se encuentra en una crisis con características excepcionales. Esto nos obliga más que nunca a estar atentos a todas aquellas oportunidades que se abrirán en este nuevo mundo y permitirnos pensar de manera diferente el modo de abordar los problemas que enfrentamos. Precisamente, en este “nuevo mundo” la innovación toma un rol preponderante para explicar la competitividad de nuestros países. La política industrial más potente de esta era es la tecnológica porque la innovación en mundo digital se produce en entornos colaborativos abiertos, escuchando y viendo a otros que hacen cosas muy diferentes. Se vuelve imprescindible generar relaciones con múltiples actores del sector público y privado. La articulación con centros tecnológicos, clientes, proveedores o empresas de sectores que a priori podrían parecer muy lejanos se vuelven fundamentales. También es cada vez más notorio el papel que desempeñan los gobiernos locales, regionales y nacionales como impulsores de retos que promueven la innovación bajo diferentes modalidades de compras públicas.
Fuente: Misión Productiva (Por Sebastián Kossacoff y Tomás Canosa)