Iluminar los espacios de manera responsable y sostenible implica, no solo el ahorro energético, sino también la protección de la salud de las personas. Hoy, la tecnología ofrece soluciones eficientes para cubrir todos los costados de la responsabilidad en la iluminación en hogares, comercios y espacios de trabajo.
La luz artificial marcó un hito en progreso de la sociedad, y ha evolucionado desde las primeras décadas del siglo pasado de manera sostenida, para llegar a ser omnipresente e imprescindible en cada una de las actividades humanas. En este sentido, el consumo energético no es el único desafío. Hoy conocemos los efectos biológicos y psicológicos de la luz artificial sobre los seres vivos, lo que reafirma la necesidad de tomar decisiones responsables a la hora de invertir en iluminación.
El concepto de «human centric lighting», o iluminación centrada en el ser humano, se basa en la idea de que la iluminación artificial debe diseñarse teniendo en cuenta las necesidades biológicas y el bienestar psicoemocional de las personas.
El cambio de temperatura de color fría o cálida a lo largo del día regula nuestra fisiología a través de la melatonina y es especialmente sensible al contenido de azul presente en la luz fría. «Durante las horas de vigilia diurna nos ayuda a mantenernos despiertos y activos pero durante la noche inhibe la secreción de melatonina aún con bajos niveles de exposición, dificultando el buen descanso y la regeneración celular entre otras cosas», indicó Guillermo de Guzmán, Presidente de la Comisión de Iluminación de la Cámara Argentina de Industrias Electrónicas, Electromecánicas y Luminotécnicas (CADIEEL).
La industria luminotécnica nacional posee soluciones adecuadas para tomar los beneficios y evitar los riesgos del uso de la luz artificial. «En nuestro país, existen decenas de productores de luminarias que ofrecen proyectos y productos que reducen notablemente el impacto visual y la contaminación lumínica, con una temperatura que no supera los 4.500 grados Kelvin, eso da una luz menos azul y más homogénea, sin parpadeos.
De esta manera, se da respuesta a la demanda de quienes buscan una iluminación más responsable para sus hogares, comercios y espacios de trabajo y también para espacios públicos y recreativos», agregó de Guzmán.
Un ejemplo que sirve para ilustrarlo es el caso de los establecimientos educativos, donde los niños pasan entre 4 y 9 horas diarias, con poco acceso a la luz natural. Sus ojos están expuestos a fuentes de luz con “flicker” (parpadeo inherente a la luz fluorescente) o con un bajo “CRI” (capacidad para reproducir los colores) y tienen un blanco con alto contenido de azul impactando sobre las retinas.
Esto pone en riesgo la salud visual y la capacidad de concentración, también su estado de ánimo, y en definitiva estamos poniéndole obstáculos a su capacidad para aprender y desarrollarse sanamente.
Los mismos conceptos aplican para una sala de arte, una oficina, un centro de salud o cualquier área de trabajo o recreación.
Pensar un sistema de iluminación que se centre en proteger los efectos biológicos y psicológicos de las personas en los espacios en los que pasamos gran parte de nuestras vidas, implica considerar varios aspectos fundamentales.
Iluminación circadiana o blanco dinámico:
Es decir, una iluminación que respete los ciclos de luz/oscuridad naturales que regulan el ritmo circadiano del cuerpo. Durante el día, se utilizan luces más frías y brillantes (temperatura de color más alta, alrededor de 6000K) para suprimir la producción de melatonina y estimular al cerebro. Por la noche, se utilizan luces más cálidas y tenues (temperatura de color más baja, alrededor de 2700K) para promover la producción de melatonina y facilitar el sueño. Estas luces dinámicas ayudan a sincronizar nuestro reloj biológico interno.
Niveles adecuados de iluminancia:
Se refiere a proporcionar los niveles correctos de brillo según la tarea visual. Por ejemplo, alrededor de 300 lux para tareas de oficina, 500 lux para lectura y hasta 1000 lux para tareas que requieren una agudeza visual excelente. Una iluminación inadecuada puede causar fatiga ocular, dolores de cabeza y disminuir el rendimiento.
Alta calidad de luz:
Implica el uso de fuentes de luz con un índice de reproducción de color (IRC) elevado, superior a 80, lo que permite una percepción de colores más natural y fiel. También se busca una distribución espectral óptima, con la necesaria cantidad de luz azul durante el día para la activación, pero evitando excesos que causen deslumbramiento o disrupciones circadianas o efectos indeseados sobre la retina.
Ausencia de flicker o parpadeos:
Las luminarias con lámparas de descarga gaseosas (fluorescentes, bajo consumo, mercurio) producen, por efecto de la corriente alterna, un parpadeo no perceptible con un efecto negativo, generando fatiga y molestias. Una luz continua y sin parpadeos es más adecuada para una larga exposición.
Control y personalización:
Permite ajustar los niveles de luz, temperatura de color y distribución según las preferencias individuales y las tareas a realizar. Más allá de la iluminación circadiana, es valioso generar los escenarios de iluminación más adecuados a cada uso del espacio. Continuando el ejemplo, no sería la misma iluminación en el aula cuando hay que prestar atención al pizarrón que cuando se está haciendo un trabajo grupal, sentados en círculo.
Integración de luz natural:
Aprovechar la luz natural cuando sea posible y complementa con luz artificial cuando sea necesario. Esto permite ahorrar energía y ofrecer los beneficios adicionales de la luz natural.
Pensar una iluminación centrada en el ser humano que imite los patrones naturales de luz, optimizar el rendimiento visual y la experiencia subjetiva bajo diferentes condiciones, es la manera de preservar la salud visual, física y emocional. Es el camino hacia el que va el mundo en materia de iluminación responsable, y en Argentina contamos con la tecnología y la capacidad para continuar con la transición hacia una iluminación más eficiente en cada espacio en el que nos desenvolvemos.